ASCENSIONES POR EL MACIZO DEL MAMPODRE

 

Actividades pasadas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

30 de abril de 2005. Peña Ten.

Tras un invierno cruel, escaso de salidas, gris y desalmado, en un sábado claro de primavera iniciamos la primera jornada del marcha en este año 2005.

Con caras nuevas arrancamos temprano en nuestro viaje. Tras un par de horas de buenas carreteras, llegando a Guardo se complica la marcha rápida, hasta que sobre las diez de la mañana llegamos a Riaño.

Es Riaño un pueblo nuevo sobre un embalse que simula un lago natural encerrado entre montañas verticales que apuntan al cielo. Es un pueblo de casas modernas adosadas, fachadas de ladrillo caravista, amplios ventanales y tejados pronunciados. El viejo Riaño yace sepultado por las aguas.

Al poco llegamos al refugio, bajando una pista de tierra hacia el embalse aparece nuestro albergue formado por una casa sólida y barracón prefabricado.
Cogemos nuestros aperos de montaña y nos ponemos rumbo a nuestro primer destino.

1Pasado el pueblo de La Uña y a pocos kilómetros del puerto de Tarna, ya frontera con Asturias, dejamos los coches y por verdes praderas seguimos el curso de un riachuelo. Poco a poco vamos ascendiendo junto al rio. El paisaje se compone de algún pequeño hayedo, pastizales ondulados, rocas calizas características de Picos de Europa y sobre ellas la nieve blanca del invierno. Seguimos ascendiendo hasta la última choza de piedra refugio de pastores.

Allí reponemos fuerzas, juntamos a todo el grupo y comenzamos la ascensión a Peña Ten.


Tras muchos titubeos, curvas, inútiles subidas y bajadas, intentos de atajo que al final sólo suponen más trabajo, volvemos todos al redil y a la disciplina caminante. Y todos a una, cruzamos los primeros neveros y nos aproximamos a la arista que apunta al Norte y es la ruta verdadera. Ante nosotros cientos de metros más abajo divisamos la tierra de Asturias con su paisaje ondulado, rocas blancas, pequeños bosques, algo de ganado y chozas de pastores.

La subida es magnífica, el dia está algo gris, sopla una brisa suave que nos acaricia la frente en un dia caluroso. En un tiempo que nos parece corto para una larga subida sobre el lomo de la montaña llegamos a la cima de Peña Ten de 2142 metros. Hemos salvado más de ochocientos metros de desnivel y estamos contentos de hacer el primer pico de este año.

1Desde la cima perdemos la vista en todas las direcciones: al Norte aparece imponente Peña Santa y tras ella todo el macizo central de los Urrieles con sus crestas nevadas formando una corona de montañas, al Este la montaña Palentina, al Sur palas de nieve aplomadas que hubiera sido temerario el afrontarlas. Descansamos en estos momentos de paz y sosiego en los que el tiempo se detiene, conversamos, y disfrutamos del esfuerzo y de la cima.

1Bajamos por el Oeste, despacio y con cuidado, sobre una pala de nieve blanda, pronunciada al principio, más tarde menos inclinada sobre la que ruedan un par de cabezas de díscolos temerarios. Tras la nieve, roca suelta y los primeras plantas de enebro rastrero; después majadas verdes, varias chozas blancas de sillarejo y teja roja, y algunas hayas que comienzan a despertar tras el invierno. Seguimos el curso del rio que recoge las lágrimas de la montaña, y por prados verdes con flores amarillas, dejando a la derecha manchas oscuras de viejos acebos encantados llegamos a los coches.


Ha sido un dia precioso, estamos todos contagiados de la alegria que siempre depara la montaña a quienes osan acariciar su cima y pronto vamos a disfrutar de una formidable cena en Riaño.

1 de Mayo de 2005. Pico Vajarto y Peña Mediodía.

1Con el canto de los pájaros que anuncian el nuevo dia amanece sobre el embalse. Las últimas estrellas dejan un cielo de nubes y claros, mientas las altas cimas que rodean el embalse apuntan al cielo.
En esta segunda jornada ponemos rumbo a los picos del Manpodre formados por una docena de picos de algo más de dos mil metros. Bordeamos en embalse dejando atrás pueblos como Burón, Lario y Acevedo y por una carretera en mal estado llegamos a Maraña. Son todos pueblos pequeños, humildes, un poco abandonados. Todos viven del ganado y la escasez de gentes, de horizontes y de ilusiones hacen que vayan poco a poco agonizando. Son pueblos hermosos, de gentes hospitalarias y buenas construcciones.


Una vez aparcados los coches en la plaza de Maraña comenzamos este segundo dia ascendiendo fuertemente frente al pueblo, por los prados hacia el Sur, donde nos observan imponentes los Manpodres. Son los Manpodres un puñado de picos donde nadie se aclara el nombre de cada uno. Todos juntos como los dedos de una mano y afilados nos muestran sus garras con cortados a uno y otro lado. Los vemos siempre al frente: altos, esbeltos y desafiantes.

Pasamos los prados y llegamos a un collado sobre el circo del Manpodre, perdemos altura, cruzamos el circo en diagonal y buscamos la espalda de este pico del Mediodía que es como se llama este primer Manpodre.

1Caminamos siempre sobre piedra, y a medida que ascendemos el aire se hace frio, pasado un collado y tras una cuesta pronunciada llegamos a su cima. El tiempo empeora por momentos, negros nubarrones vienen de Poniente y no sabemos claro el desenlace. En la cima hace frio, el paisaje está plagado de montañas y con mal tiempo tenemos que iniciar la bajada por camino incierto. Comienzan los exploradores a buscar pasos seguros y poco a poco vamos descendiendo precavidos sobre tramos escarpados buscando siempre una salida segura hacia el circo situado a los pies de la montaña.

1Al fin y con precaución y cuidado encontramos un corredor vertical de nieve que baja sin dificultad hasta la base. A este corredor de nieve le sucede otro corredor de piedra pequeña y suelta que al poco de su final nos sitúa en una pequeña laguna. Hemos salvado en poco tiempo un fuerte desnivel; el mal tiempo se ha calmado, volvemos a ver un poco de cielo y pronto corre el vino de las botas y se empiezan a colmar los apetitos.

2 de mayo de 2005. Pico de la Cruz y Manpodre.

Este tercer dia amanece ventoso, frio y oscuro: Las cumbres cercanas al pantano parecen hoy más serias que otros dias y apuntan hacia un cielo gris y encapotado. Nos duele todo el cuerpo de cansancio y no sabemos lo que el dia nos depara.

Tras el digno y austero desayuno retomamos nuestra ruta por la misma carretera saltarina del dia anterior. Y llegados a Maraña aparcamos al lado de un refugio en construcción, refugio que a bien seguro supondrá una base digna y necesaria para abrir la belleza de estos montes a más personas amantes de montañas solitarias.

Nos ponemos en marcha rio arriba, y vamos rodeando los Manpodres en sentido inverso al dia anterior. Recorremos prados resecos, abrasados por la nieve del invierno y surcados de miles de galerías donde topos y ratones aran a su antojo antes de ser presa del pico de cigüeña. Vemos algunos rebaños de vacas en las suaves pendientes de los prados. El día es frio y muy ventoso, y lleno de una luz diáfana y transparente que hace que el paisaje parezca más hermoso; las nubes hoy son blancas y corren veloces empujadas por el viento.

1Tras dejar los prados y monte de escobales, cruzamos un puente sobre un torrente furioso y caudaloso nacido de una fuente. Más tarde seguimos el curso de otro rio de aguas claras rápidas y bravas. El camino se vuelve más y más pendiente, aparecen neveros con restos de avalanchas, algún rebeco claro del color de la tierra en el invierno, y los restos de un caballo en medio del torrente. Ascendemos un fuerte desnivel con dificultad, el viento nos empuja hasta hacernos perder el equilibrio, y la subida se endurece en los repechos. Al fin, tras un colado divisamos el pico de la Cruz al que ascendemos entre el frio y el vendaval. Arriba la vista se pierde a lo lejos nítida y clara.

1Frente a nosotros se alza imponente el más alto de los Manpodres del que nos separa un collado en arista cargada de nieve, a su derecha nuestro pico del dia anterior y alzando la mirada vemos más lejos clara y solitaria a la Peña Ten, que hoy se nos antoja aún más hermosa.
Hace frio y el viento nos golpea sin compasión, Cuatro valientes compañeros deciden afrontar la cima. Seguimos con la mirada sus pasos sobre la nieve, les vemos ascender el corredor de la cima y al fin coronar la cresta blanca como un trofeo. Sentimos una honesta envidia por no poder estar allí también, pero es de prudentes el no sobrepasar las propias fuerzas, y esperamos que otro día con vientos favorables podamos también acariciar aquella cima.

Con dificultad afrontamos la bajada que nos parece tan dura como la subida, y siempre sacudidos por el viento seguimos el torrente del caballo muerto por el camino del ascenso, trazamos una hoz entre montañas, alcanzamos la pradera y se impone descansar y comer junto a un aprisco de piedra blanca rodeada del verde de los prados.....

E H A